viernes, 27 de marzo de 2015

Capítulo 26: Persuación.

PERSUACIÓN
Desde que Ania había bajado del avión había pasado una semana.
Mi plan, que empezó siendo un fracaso de dimensiones épicas, retomaba su forma inicial.
Tenía una lista. Una maldita lista de ideas geniales.
La mayoría de ellas consistían en actos supergeniales extraídos de los grandes éxitos de Hollywood. La elabore con ayuda de Mike el día que interrumpí su “situación” con Tiffany.
-          Ok- me dijo en tono bastante molesto- se puede saber ¿qué diablos te pasa? No puedes entrar así como así, Jared.
Estaba molesto.
-          Esa chica- le dije- te está usando y tu a ella.
-          Eh… si- dijo en un tono condescendiente- de eso se trata.
-          Ok, pero debes saber dos cosas: la primera y más importante, estas dañando a alguien con esa “relación” de mierda, y la segunda, das un ejemplo de mierda para la empresa. No mantengas relaciones con ella dentro de tu oficina.
Mike me miro por dos segundo y asintió.
-          Hecho. Pero… ¿a quién daño? Sabes que soy todo un caballero, considerando la situación.
-          Si no te das cuenta, Mike. No voy a ser yo quién te diga- lo mire totalmente sorprendido de que el no hubiese notado que su secretaria babeara por el- Pero ahora, necesito tu ayuda.
-          Dime.
-          Necesitamos una lista.
Había ordenado una valla publicitaria para la zona del departamento de Ania, y también había programado todo para que su desayuno se entregara en tiempo y forma.
Al  día siguiente  puse en marcha el plan. Le mande su latte y algunos dulces de desayuno a su casa, hice que fijaran la valla publicitaria con una disculpa, y había pagado para que a la hora en que Ania salía a correr (generalmente entre las 5, 6 y 7 am) pasaran I Know, de Tom Odell por todas las estaciones de radio. Lo que se repetía a la hora del almuerzo, cuando volvía a casa y antes de la hora de dormir. Cualquiera diría que era una tonta coincidencia.
Pero en realidad, no había forma de que lo fuera. Había hecho que Tom, si contacte con él, grabara una versión de estudio que estaba dedicada a Ania. Probablemente me odiaría por avergonzarla, o me amaría. Estaba corriendo el riesgo. Pero nada podía parecer suficiente
El hecho de que Ania se comunicara conmigo por mails, y solo para asuntos laborales era un factor que hacía crecer mi ansiedad.
No quería seguir esperando, pero por Ania, esperaría hasta… bueno posiblemente hasta que me denuncie… e idee otra forma de llegar a ella.
El tema de los desayunos continuaba todos los días. Según los repartidores, ella los aceptaba, daba una propina generosa, y cerraba la puerta.
La canción de Tom seguía sonando. Y sabía que Ania no la ignoraría. Sabía que le gustaba Odell gracias a July y a que ese sábado que salimos a correr ella cantaba una de sus canciones.
El hecho que dos días después de fijar la valla, esta apareciera con un “screw you, idiot” en letras rojas y bien claras, no fue motivo para desalentarme. Al día siguiente mande a colocar un nuevo mensaje que decía “Not giving up, beatiful”.  Solo para ser respondido un día después con un “Asshole”. El domingo subí la apuesta y mande a colocar un “I’m in love with you, even if you don’t want”.
 Después de ese cruce de “declaración- insulto” por casi una semana, Ania dejo de contestar, lo que me decepcionó un poco. Prefería una reacción, aunque fuera un insulto, a que me ignore.
Lo que por supuesto, era peor que los insultos, era como ejercía la ley del hielo en la oficina. “Sí, Sr Collins”,  “Como usted mande, Sr Collins” y esa clase de cosas que nunca esperarías escuchar de la boca de la temida “Tormenta”… Bueno, las decía. E iban dirigidas a mí.

El miércoles, decidí doblar las apuestas. Le pedí a July que averiguara cuales eran las flores favoritas de Ania. July ya lo había hecho sin que yo se lo pidiera. Eran las camelias. Googleé su significado… oh, “te querré siempre”. Después explicaba los significados por color, la blanca significaba… tenías que estar bromeando “desprecias mi amor”.
¿Realmente?
Debía otorgarle a Ania, que ella… era la reina de la ironía y los mensajes cifrados. Incluso en sus gustos.
Entonces camelias serán.
No cometí el error de mandarlas a su casa. No, no esta vez.
Le pedía a July, quién se había convertido en una especie de “amiga-Cupido” desde que pare la ridiculez que Mike llevaba a cabo con Tiffany en su oficina, que encargara una docena de camelias blancas para Ania, y las mandará a su oficina. Con el significado pegado en la tarjeta.
Y que llegara una docena cada media hora.
Ese día no sucedió nada.
El jueves fue turno de la camelia rosa, cuyo significado era “confianza, deseo, te seduciré a través del romanticismo”.
Fue el mismo método, una docena cada media hora. Y el mismo resultado.
El viernes, por supuesto tocaron las camelias rojas. “Amor condicional y duradero” rezaba la tarjeta que acompaño la primer docena.
Para la cuarta docena roja, Ania apareció en mi oficina con cara de pocos amigos, un poco sonrojada… ¡por dios como amaba ese sonrojo!
En fin, ¡¡¡ella apareció!!! Una reacción, gracias a dios.
Si bien no era la reacción ideal, pues su mandíbula estaba apretada, su ceño fruncido (desde mi silla podía ver esa arruguita que tanto me gustaba), y sus ojos cafés vaticinaban una tormenta… ¿ironía? ¿Dónde?
Tomo la silla que se enfrentaba a mi puesto en el escritorio y se sentó.
Cuando pensé que venía el momento de recibir algunos insultos, lo más inesperado pasó.





miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 25: Ania PDV II

Esta mañana desperté con un taladro en mi cabeza. Bueno, no exactamente en mi cabeza, si no enfrente de ella. Estaban fijando una enorme valla publicitaria enfrente de mi ventana. Eran las 5 am y Lucás sufría en jet lag.
Salí a correr y al regresar sólo pude lanzar un:
-          No, no… Mierda!
La valla publicitario de no se cuántos metros de alto y ancho que habían estado fijando ya estaba puesta. Con un gran cartel que decía:
A: Lo siento, pero no me rendiré. J

El muy maldito lo había hecho.
Era tan tierno… pero apenas consideraba el llamarlo y decirle que mandaríamos todo al demonio, la culpa sacaba su fea cabeza y sentía el filo de mil cuchillos atravesar mi piel… O algo así.
Nunca he sido buena expresando mis sentimientos, y las demostraciones abiertas de estos me asustan, me hacen correr en cualquier otra dirección.
Cuando tenía 15 salí por tres semanas con un chico. Me soltó un “Te amo” al los 18 días de conocernos. Esa fue la primera vez que literalmente huí de un hombre.
Algunos más se atrevieron a acercarse a la chica que mordía (yo) pero no obtuvieron muchos resultados. Hasta Andy, por supuesto. Después de estar seriamente de novios el me confesaría que amenazaba a cualquiera con intensiones hacía mi.
Con él nunca temí expresar mis sentimientos. Quizás el hecho de conocernos desde los 6 años y estar enamorada de él por unos 4 años, me habían dado el coraje de mostrarme tal cual era con él.
No sucede así con Jared. O en realidad si y ese precisamente, es mi problema. Con él soy yo misma, digo lo que pienso sin ningún tipo de filtro, juego y me río. Y luego me siento culpable.
Hay un par de cosas que odio de Jared, por ejemplo… lo tremendamente inconsciente de su sensualidad que es. Es decir, sabe que es hermoso, incluso en un arrebato de sinceridad se lo dije, pero el sólo parece saberlo por momentos, y ni siquiera lo utiliza como un arma, a menos de estar siendo fanfarrón.
Cuando es fanfarrón, lo hace con un espíritu de niño que no puedo rechazar. Pero el realmente no sabe cuán sexy es.
Y diablos, es interesante, inteligente... Aunque tiene un gusto apestoso en cuanto a libros.
Amy realmente es su fan, a pesar de haberlo visto una vez en su vida. Y Dios, ayúdame pero… ¿estos son celos?
He experimentado celos solo dos veces en mi vida. Hacía Andy, cuando todavía no estábamos juntos y éramos amigos, sus admiradoras acudían a mí y  yo realmente me molestaba. Y por supuesto, hacía Lucás, el es mi pequeño, y cualquiera que se le acercará sería una zorra para mí.
Lo celos que siento por Jared son diferentes. Siento celos de July, porque pasa tiempo con él en la oficina. Siento celos de Mike, porque sabe más de él de lo que cualquiera sabe. Siento celos de cualquiera que alguna vez lo haya disfrutado en la intimidad, siento celos de cualquiera que haya sido admirada por Jared, y siento celos de sus libros, su café y todo lo que lo tiene cerca. Porque realmente lo quiero cerca de mí, lo extraño y me gustaría estar con él.
Una vez en casa tome una ducha y me puse ropa de domingo, ósea… un chándal y una camiseta gigante. Estaba por empezar a preparar el café cuando sonó el timbre.
Un repartidor me entrego un latte de caramelo de Starbucks con una bolsa demasiado grande llena de bollos, croissants, cupcakes y pasteles. La bolsa de madera llevaba un sobre pegado.
“El latte son 10 puntos. Los dulces creo que deben sumar unos cuantos más.
Ayer fui un idiota, y lo siento.
Hoy te ves hermosa, ¿cómo lo sé? Soñé contigo.
Nos vemos, J.”
Esto mismo me temía. Yo cayendo a sus encantos. Andy… Andy… Andy…
Me sentía una perra en este momento por sonreír ante la tarjeta. Me sentía una mierda por pretender que no me afectaba.
Tenía sentimientos por Jared, y una tremenda culpa por Andy. Yo estaba en Londres gracias a él, había logrado mi sueño por él ¡Diablos! ¡Estoy viva gracias a él! ¿Y yo voy y me enamoro del primer idiota apuesto que me atropella?

Mierda, mierda, mierda… realmente dije “enamoro”. Estoy jodida. Muy.



Hola querida gente lectora, bueno lamento no actualizar todos los días pero ya empezando la Uni, y sumando el trabajo, el estudio y otras actividades se complica.
No piensen ni por un segundo que voy a dejar de subir o abandonar la historia.
No me gustan las cosas inconclusas y está historia no va a ser una de ellas. 
Agradezco al que llego leyendo hasta aca. Y de vuelta espero sus comentarios y críticas de vuelta. Besos

martes, 24 de marzo de 2015

Capítulo 24: PDV Ania.

PDV ANIA.

Ver a la familia no ayudo para aclararme en lo absoluto. Resultaban ser totalmente abrumadores.

El hecho de vivir en Europa me convertía en una especie de Robinson Crusoe. Mis primas y las mujeres de la familia en general preguntaban por los hombres de Londres. Yo realmente me incline por dejarlas conformes. Invente algunas cuantas historias con diferentes hombres para los casi tres años que llevaba allá y se conformaron.

Lucás supo que mentía en el instante en el que esas historias salieron de mi boca. Muy obvio, pues como prima mayor y autoproclamada su protectora, le había enseñado, que cuando quieres que alguien crea tu historia, son los pequeños detalles, los que cuentan. La gente le prestaba atención a estos, y no a la historia en sí.

Además él sabía que nadie me había venido bien después de Andy. Y que sólo en ocasiones accedía a tener una cita, o encuentro con algún hombre que no volvería a ver en mi vida.

 Lo consideraba un hermano, a pesar de que sólo era mi primo. Y a pesar de los pocos años que le llevaba, sentía un instinto casi maternal por él.

El viaje a San Diego fue su regalo de cumpleaños número 20 por mi parte. Le había transmitido la fascinación por los comics, la ficción, y con un esfuerzo mayor, después de los 15, se empezó a interesar por los libros. Había creado un ser devorador de libros, que tenía incluso más ejemplares que algunos de mis compañeros “intelectuales”.

Me sentía tan orgullosa de él… Cuando termino la secundaria un año antes y eligió seguir periodismo, me confesó que era porque yo era su heroína y ejemplo de realización.

Su mamá, mi tía, había fallecido cuando él tenía 12. Quedo huérfano, y prefirió vivir con nuestra abuela, antes que con su padre y su nueva familia. Yo estuve con él cuando sucedió. No era buen momento para ninguno. Andy ya estaba enfermo y cerca del final. Ambos nos apoyamos en el otro. A pesar de las diferencias que podríamos tener, lo sentía como mi hermano.

Como había extrañado a mi pequeño.

Disfrutamos mucho del ComicOn. Aunque fuera trabajo para mí, lo disfrutaba más de lo que cualquiera ahí podría decir. Cuando pude contactar con uno que otro famoso, para alguna entrevista o simplemente para saludar, Lucás flipó.

Paso el ComicOn, y la realidad toco a mi puerta el domingo por la noche. Debíamos tomar un avión a Londres. Lucás decidió instalarse y probar suerte. Por supuesto, contaba con algunos de mis contactos, y con el sofá de la sala.

Una vez en el avión, Lucás me dijo

-          Bueno, me lo vas a decir o voy a tener que amenazarte con matar a tu pez.

-          No tengo pez.

-          Ania…

-          Bien.

Todo el avión dormía. Y tuve que relatar todo en pequeños susurros.

-          Sabes que amo a Andy.

-          Si, aunque deberías plantearte superarlo más temprano que tarde, Ania.

-          Ese es precisamente el problema, Lucás – dije en tono irónico- Esta este tipo…

-          ¿Tipo? Como… ¿un hombre?

-          Si, como un atractivo y lindo hombre. Que por cierto es mi jefe.

-          Ah… ¿qué tiene de especial el atractivo y lindo jefe?

-          No lo sé. Bueno, sí- dije dudando de mi misma, porque… cómo admitir todo aquello que me sucedía si ni siquiera podía clasificar con un nombre, emoción o sentimiento.- Ha sido todo muy repentino. Lo conocí porque me chocó y me invitó un café. Yo confirme de inmediato que se trataba del dueño de la revista dónde trabajo. El tipo me invito un café más y… Bueno, lo vi algunas veces más. El me dijo que le gustaba. Que… había vuelto a sonreír gracias a mi.- lo último lo dije muy despacio, probablemente más para mi, que para Lucás.

-          Volvió a sonreír… eh? ¿Cuál sería el problema?

-          Que yo también volví a sonreír. Además de sentirme… demasiado atraída a él.

-          Goauu… espera, demasiada información. No vayas hacía allí. Diuj.- Sé que no quería escuchar, pero también sé que lo hizo para descontracturar el ambiente.

-          Bien, digamos… que me gusta, mucho. Es diferente a estos tipos con los que sales, obtienes lo que quieres y no lo vuelves a ver. Con los días, me dijo que se enamoro de mí. Y que me quería.

-          … entonces…

-          Entonces, yo le dije que me parecía estar enamorada de él también, nos besamos y no sucedió nada más. Pero…

-          Pero… malditos “peros”, ¿qué paso?

-          Andy. Me sentí totalmente una perra. El no puede…

-          Oye, Ania. Tú le prometiste a Andy ser feliz, volver a encontrar a alguien que te completara. A pesar de que Andy siempre va a estar allí- dijo, haciendo un gesto hacía mi pecho.- La recompensa que la vida te ofrece por haber sido la mejor novia para una persona en su situación, por haber sido, la mejor amiga para él cuando te necesito, resulta ser un tipo… atractivo y lindo -  dijo lo último imitando mi voz.

-          No seas tonto. No es tan fácil, además están las implicaciones de salir con tu jefe, y ser tachada como “la perra que llego a dónde está, por sus favores al jefe”

-          No pongas excusas, Ania. ¿Desde cuándo te importa una mierda lo que dice la gente?

-          Está bien. ¿Quieres la verdad?

-          Si, por favor- me dijo de una manera que me hizo acordar al niño con corte a lo beatle que al que solía retar a duelos de miradas.

-          Me da miedo… Me da miedo quererlo, y que se vaya, desaparezca, muera, me deje y yo tenga que juntar de vuelta lo que quede de mí. Sé lo que es, y no lo quiero de vuelta.

-          Eso no lo decides tú. Y si no te arriesgas, no sabrás lo que podría haber sido.

-          Mierda de posibilidades – murmure para mí misma.

-          Mierda de posibilidades -  murmuro Lucás para sí.



Bajando del avión y pasando por todos los controles burocráticos habidos y por haber, nos vimos liberados de todos los trámites de ingreso a un país y el sellado de pasaporte, etc.

Lucás venía comentándome como Florencia fue la única chica que alguna vez le gusto y cómo la muy perra le rompió el corazón.

-          Pero jamás va a poder olvidarse de este ser humano tan completo – me dijo al oído, luego cuando volvió a caminar me veía levantando las cejas y con una sonrisa de “soy la mejor experiencia de la vida de alguien”.

Le di un beso en su mejilla y lo mire con afecto. Y de repente…

Pase a tener la mano de Lucás en mi cintura tocándome de forma fraternal, a un agarre desesperado y fuerte en la parte baja de mi espalda. Otra mano voló directo a mi nuca e hizo que me acercara tanto como era posible a su rostro, de repente me sentí colisionar contra un pilar de pasión, sentimiento y desesperación.

Unos labios comenzaron a besar a los míos, con un ímpetu que podría confundirse con agresividad. Pero no era eso. Sabía que no desde el instante en el que reconocí su perfume. Sabía que no había forma en el mundo en la que él podría ser agresivo, menos conmigo.

Trato de intensificar el beso, por un momento respondí. Por un momento de debilidad disfrute, y me entregue de lleno al beso, bloquee todo lo que me rodeaba.
Era como si mi conciencia hubiese salido de mi cuerpo, y fuera un testigo de nuestro beso. Sus manos alrededor mío, las mías a los costados de mi cuerpo, nuestros ojos cerrados y nuestras bocas devorándose.

Fue hermoso. Pero estaba mal. Por más que sentía una gran e inmensa atracción hacía el, muy distinta a la que alguna vez sentí por Andy, no podía dejar de escuchar la voz que repetía en mi cabeza que Andy ya no podría hacer este tipo de cosas, que él había muerto y yo lo estaba traicionando. Racionalmente estaba al tanto de que lo que planteaba era incoherente, pero quién puede discutir con el sentimiento de culpa que me invadía.

Cuando este sentimiento me invadió, decidí romper lo que posiblemente era lo mejor que me había pasado desde hacía semanas.

Puse mis manos en el pecho de Jared, y empuje con todas mis fuerzas. El retrocedió y no le di tiempo. No lo vio venir, y supe que si quería alejarlo de mí tenía que empezar a ser borde, desagradable y algo violenta. Lo abofetee como nunca en mi vida había abofeteado a nadie. No por la fuerza ejercida, si no por el significado que tenía para mi abofetear a Jared.

Fue el bofetón más doloroso que he dado. Pero lo fue para mí. Nunca me había dolido hacer daño, y hoy sentía el peso de mil mundos sobre mi mano, la que escocía como si hubiese derramado aceite hirviendo en ella.

Hable con Jared. Genial, simplemente genial. Dijo que no se iba a rendir. Lo amenace. ¡Qué inteligente, Ania! Usualmente las amenazas que lanzaba eran aceptadas y nadie se atrevía a ver si estaba dispuesta a hacerlas efectivas. Creo que esta vez no iba a ser así.

Esa actitud, la de ruda y descortés tenía que ver mucho conmigo desde chica. Si yo quería podía ser todo un amorcito, muy dulce, atenta y educada. Después de todo, me gustaba ser así con las personas que me rodeaba y a las que amaba. Pero con las personas que podía ser vistas como una amenaza. Con esas… me podía convertir en una perra, reina del hielo, maldita infeliz. Y disfrutaba ser cruel con esas personas, lo que no me hacía una “buena persona” al 100%, pero al menos si al  50%.

El problema aquí, es que me dolió y no disfrute en lo absoluto ser una perra con Jared. Lo traté mal, lo amenace y desprecie. Sabía que lo quería, lo tenía muy claro, y el también… lo que ahora se convertía en un inconveniente.

Pero como hacer que el entendiera que no se podía. Esto era injusto. ¿No se supone que amas solo una vez en la vida? Porque yo había amado locamente a Andy. Pero… y esto… esto que sentía ¿qué diablos era entonces?

Ya estábamos en el departamento instalando algunas de las pertenencias de Lucás en el sofá cama de mi habitación y desempacando. Lucás no había preguntado nada respecto a Jared, ni en el aeropuerto, ni en el taxi de vuelta y  cuando él me miro y sonrió unas cuantas veces mientras hablábamos trivialidades, sabía que en su cabeza unas cuantas historias tomaban forma.

-          Tengo algo para ti- dijo mientras sacaba un sobre de su maleta.

Entusiasmada y extrañada lo tome.

El entusiasmo paro por completo cuando vi la letra de Andy en el destinatario, con mi nombre, en el sobre.

-          Hace un tiempo la tengo conmigo – dijo Lucás con una sonrisa triste- Me la dio Andy en esos días en los que lo visitaba. Me pidió dártela cuando yo supiera que la necesitabas, y creo que hoy es un buen momento.

No sabía que me esperaba en esa carta. Pero la tome, y la lleve directo al primer cajón de mi escritorio. No podía con tanta información junta. Asique solo… me tranquilizaría.


Comentarios, sugerencias, opiniones. Los espero!Saludos, Coti.






sábado, 21 de marzo de 2015

Capítulo 23: Malas Ideas.


Mala idea.
Muy, muy mala idea.
Mi plan, o la primer parte de este resulto un puto fracaso.
Aparecí en el aeropuerto y espere el arribo del vuelo de Ania, llegaba a las 15:45, pero por lo visto había algún retraso.
Y ahí estaba el retraso. Un chico alto de por lo menos mi estatura, muy blanco de cabello y ojos marrones. Para mi propio martirio, tengo que admitir que era bien parecido. Y… ¿mucho menor que yo?
¿Qué ocurre aquí?
Ania me dijo que no había habido nadie en su vida desde Andy, y le creí. Pero… este tipo ¿Quién demonios es? Y ¿Por qué su mano está en la cintura de Ania?
Oh… el maldito sonríe con una dentadura de anuncio de dentífrico. Le dice algo en el oído a Ania y ella ríe. El calor de la ira que se despierta en mi es completamente ajeno a lo que haya podido conocer con anterioridad. Parece que un volcán ha entrado en actividad en el medio de mi pecho, justo en este momento.
Un volcán dije? Qué diablos, parece el calor de mil soles impactando en mi toráx cuando Ania sonríe y le da un beso en la mejilla al tipo.
No sé cómo diablos llegue enfrente de Ania y casi la arranco del agarre del sujeto. Pero sé que en este preciso momento  Ania había pasado de estar en las garras del tipo lindo a mis brazos. La apreté contra mí y le di un gran beso en los labios.
¿Entendiste la indirecta, amigo?
Ania no reacciono muy bien, claro. Olvidaba el pequeño detalle de que, a las mujeres que odian el machismo, posiblemente no les parezca agradable ser “marcadas” por un cavernícola.
Luego de una merecida, sonora y inesperadamente fuerte bofetada Ania me grita:
-          ¡¿QUÉ MIERDA CREES QUE HACES?!
Ok, esto no pinta muy bien.
Lo peor de todo, lo que no logro entender y me desconcierta más que la propia Ania, es la reacción de su acompañante.
¿Está riendo? ¿Es que acaso no valora sus pelotas? Porque está pidiendo a gritos que se las corte.
-          Eh! Tranquila, Furia.- dice el chico, en español, agarrando por la cintura a Ania, alejándola de mí.
-          Hola, me llamo Lucás- el tipo me ofrece la mano con una sonrisa pintada en la cara.
No puedo solo saludarlo. Está con Ania, y es amable conmigo, si supiera lo que deseo hacerle a su linda sonrisa no estaría en plan amable.
Evidentemente es argentino, igual que Ania. Lo que me hace pensar en las posibilidades de un viejo amor, anterior a Andy tal vez.
-          No, Lucás. No hace falta que te presentes. Los neandertales no saludan amablemente. Vamos- dice Ania
-          Lo que digas- contesta el tipo con una sonrisa mal disimulada en su rostro
-          Espera. Ania, por favor- le digo. Soy un estúpido. Así no llegare a ningún lado. Menos si ella no me quiere cerca.
-          ¿qué? ¿qué quieres?- me mira enfadada
-          Podemos hablar, por favor. En privado.
-          ¿Es sobre la revista, mi trabajo o algo relacionado?
Dudo por un momento, pero ahí está mi oportunidad y la tomo.
-          Si.
-          Entonces, señor Collins, deberá esperar a mi reincorporación a la oficina el día miércoles, o en su defecto usar el correo electrónico. No estoy en horario de trabajo, y está invadiendo mi espacio.
Ok. No esperaba esto. Esperaba enojo, un reclamo. Esperaba que me mandara al demonio, pero no una ley del hielo. Ania podía ser una perra si se lo proponía. No soy un tipo muy sensible con respecto a la gente tirándome mierda. Pero si es Ania, evidentemente este “nuevo yo” si es un poco más susceptible a los comentarios.
-          ¿Por qué?- le digo. Sonando demasiado derrotado.
Veo por el rabillo del ojo que Lucás, se marcha discretamente al área dónde está la cinta transportadora de equipajes, y empieza a buscar unas maletas.
-          Porque no estoy en la oficina y todavía no me reincorporo- Contesta cortante, como si fuera lo más evidente y estuviera cansada de repetirlo.
-          No, sabes que no me refiero a eso. ¿Por qué eres cruel? ¿Por qué no podemos dejarlo surgir? Ania, me dijiste que me querías… cómo…
-          Si, se lo que dije.- me interrumpe- Y siento si te di alguna impresión errónea, pero eso no importa. No es bueno mezclar las cosas.
-          Sabes todo de mí, no te escondo nada- le digo. La miro cauteloso y suelto- Sé cosas de ti que apuesto, no muchos saben. No las averigüe, tú me las dijiste. Elegiste confiar en mí y ahora… esto.- le digo, mostrando mi punto.
-          Si, creía…- suspira- Jared, no se puede ¿ok? Te dije que no te convenía y tú elegiste no escuchar eso. Alguien tenía que reaccionar primero. Resulta que fui yo.
-          Ania…
-          ¿Qué?- pregunta con voz derrotada
-          Sabes que no me rendiré así como así ¿no? – le digo esto con una sonrisa de suficiencia – Además, no sé qué le verás a ese tipo recién salido del Instituto, pero te aseguro que te quiero mucho más de lo que el alguna vez pueda imaginar hacerlo.
La cara de Ania se transformo en ese instante. Paso de cansada a alerta, e inmediatamente muto a una especie de ira incontrolable.
-          Escucha una pequeña cosa, Jared- escupió y se acerco a mi casi susurrando- Nunca intentes, ni por casualidad competir con él. Perderías de una forma muy humillante. Y sabes, no te rindas, sigue poniéndote en ridículo, pero no me culpes cuando te denuncie por acoso.
Y dando media vuelta se fue a encontrar con su acompañante que traía dos valijas en sus manos.
Esto era guerra. Había decidido que nada, ni nadie se interpondría entre Ania y yo. Ahora estaba seguro de que si me quería, lo vi en sus ojos cuando en vez de negarlo, evadió el tema. Estaba dispuesto a pelear con el molino de viento que me pusieran enfrente. Incluso si ese molino tenía mala actitud, hermosos ojos y media 1,60.




Jared y Ania

Jared y Ania