El viaje en auto fue
silencioso, hasta que Ania no lo soporto y estallo en halagos sobre el
Lamborghini aventador.
Ella no se intereso
por cuanto valía el auto, si no por especificaciones de su motor atmosférico y
sobre su capacidad. Una vez más reí con las preguntas que hacía. Ni yo sabía
tanto sobre mi propio auto.
Cuando llegamos a mi
edificio la mire desde el asiento del conductor, y le informe donde estábamos.
-
Si no quieres entrar a casa, lo
comprendo.
-
Mientras no tengas un altar voodoo o
algo así está bien. - Lo dijo muy
bromista, pero pude detectar una nota nerviosa en su tono.
-
Creo que desmonte el altar ayer, para
no parecerte tan raro…
Ella ríe. Por Dios!
Amo su risa.
Alarmas, acaba de
aparecer la palabra que temía. En realidad estaba escrito en mi frente. Pero
nunca había considerado la posibilidad de que sucediera tan rápido.
Quizás, sólo tendría
que dejarlo fluir…
Cuando llegamos a la
puerta de mi departamento, Ania me pregunta
-
¿Jared, cuántos años tienes?
-
Tienes miedo de que sea un anciano, Ania?
-
No, quiero saber tu edad…
-
Tengo 28 años. ¿Qué hay de ti?
-
¿No sabes mi edad? - pregunta
extrañada- ¿No lo averiguaste en la revista?
-
Ania, nunca averigüe nada de ti, ni
siquiera tu nombre, por medio de la revista, o Mike, o Facebook siquiera - le digo muy serio.
-
¿Por qué?
-
Quería saberlo todo por ti- levanto
mis hombros para demostrar que es lo que me parece más natural- ella me mira y
sonrié.
-
Tengo 26 años, Jared. Y puedes
agregarme en Facebook, quizás considere ser tu amiga…- lo dice en tono juguetón,
sabe como llamar mi atención cuando me mira con esos grandes ojos marrones.
Entramos
a mi departamento y Ania, se queda mirando el ambiente principal. Es un lindo
living moderno, pero no minimalista, detesto el minimalismo.
-
Ven te quiero mostrar algo - le digo
La
arrastro desde el recibidor a la cocina para presentarle mi cacharro del café.
Ayer pude ponerla en funcionamiento nuevamente y fue un poco desastroso al
comienzo, pero ahora ya está funcionando con normalidad.
El
rostro de Ania es un poema. Tiene sus grandes ojos grandes como hechizados, y
en su boca se dibuja una gran sonrisa.
-
Guau, no imagino como no te has hecho
adicto a esto…
-
Quién dice que no lo soy - bromeo.
-
Quiero una para mi!! Por Dios, Jared,
¿tienes algo mejor que esto? - lo dice
impresionada, y no suelo ser tan vanidoso, pero no me resisto y le agarro la
mano, tirando de ella.
-
Esta -
digo, señalando con mi mano - es
mi biblioteca.
Si
su rostro antes era un poema, ahora, simplemente es una obra completa de
Shakespeare.
La
dejo un rato a solas para encargar la comida, y cuando vuelvo esta en la zona
de las novelas de Stacy.
-
¿Estas son tuyas? - pregunta extrañada – No es por sonar
prejuiciosa, pero no parecen tu estilo.
-
No lo son - rió roncamente - eran de mi hermana. Ella las amaba,
probablemente los libros y el café era lo único que teníamos en común.
-
Debe haber sido una chica muy
inteligente, le gustan las mismas novelas que a mi… - dice, y su voz se va
bajando.
-
¿Qué? - le pregunto, la siento cerrarse, es raro,
pero parece que ya conozco cada uno de sus estados de ánimo.
-
Lo siento, quizás no quieras hablar de
ella, y yo te hablo del tema…
-
Sabes, normalmente, sería yo quién
cambiaría de tema – le digo, con absoluta sinceridad- pero hoy, mejor dicho, contigo… no me importa
hablar de S, es más me gustaría hacerlo.
Pasamos una hora
entre café, los libros de S y los míos, Ania me contó los argumentos de la mayoría de
las novelas de S. Realmente si coincidían en muchas.
También hablamos
sobre S. Le conté pequeñas historias sobre nuestra infancia, y sobre la vez en
que fuimos a Argentina.
-
Me gustaría haberte encontrado cuando
viaje… tal vez de más pequeña eras más tranquila - le digo bromeando.
-
Creeme, es mejor que no me hayas conocido
allí.
-
¿Por qué? – encuentro un indicio de su
vida pasada, y sé que debo ir con cuidado.
-
Porque mi vida en Argentina no fue muy
feliz, y no hubiese sido muy buena compañía.
-
Tu siempre, siempre eres buena
compañía - le tomo su mano. Y hago una
fotografía mental de este momento, ambos sentados entre libros y tomados de la
mano compartiendo nuestros pasados. – Y si no eras buena compañía porque no
estabas muy feliz, yo podría haberte hecho compañía y haberte alegrado el día.
Ania
me mira, y mira hacia nuestras manos.
Presiento que el momento está a punto de pasar a la historia, pero una vez más
me sorprende.
-
Me temo que posiblemente, Jared, me
hubieses alegrado el día. Y ese, es exactamente el problema.
Nos miramos un largo
rato. Y cuando junto el valor necesario, le digo:
-
Yo no creo que sea un problema.
-
Jared, quiero que sepas que nadie sabe
esto por mi propia boca, y como tu confiaste en mí, yo voy a hacerlo contigo
también. – traga saliva y me mira, se muerde su labio inferior, dándole el
color tan exótico propio de ella – Cuando tenía 17 mi sueño era venir a
Londres, con mi título y poder escribir sobre libros. Con mi mejor amigo Andy
fuimos a inscribirnos a la Universidad de Periodismo, y para hacerlo,
necesitábamos unos estudios médicos de rutina.
Al hacerlos, Andy descubrió que estaba
muriéndose. Eso me hizo darme cuenta de que lo amaba demasiado para perderlo,
lo que sucedió dos años después. No sin antes, confesarnos amor eterno y
condenarme a no poder amar a nadie más.
Todavía lo amo, sabes… Y siento que si
continúo, sería la persona más injusta del mundo. - su voz sufre un pequeño altibajo, pero
continua hablando impertérrita.
-El no pudo estudiar, no viajo, no consiguió el
trabajo de sus sueños. Pero ambos tuvimos algo tan especial, que si tuviese
algo con alguien más, siento que… simplemente… se perdería.
Justo cuando me
dispongo a responderle con un fuerte abrazo, suena el timbre.
Me mira, y me hace
señas para que atienda. Es la comida. La dejo en la cocina y voy por Ania a la
biblioteca.
Ella está parada
mirando los libros. Perdida, meditando.
-
Ania, ¿estás bien, hermosa?
-
Si, Jared. Sorprendentemente, no dolió
hablar de él tanto como esperaba.
Decido que es tiempo
de contenerla, la atraigo en mis brazos y la abrazo. Y en ese abrazo se me va
la vida. Nunca vi tanto desespero contenido en una máscara de imperturbable
belleza.
Su rostro es el de
alguien fuerte, que no se quiebra ante los golpes de la vida. Pero sospecho que
si lo hace, justo cuando nadie la ve.
Después de lo que
parecen horas, rompemos el abrazo, y le doy la mano. Avanzo hacia la cocina y
corro un taburete para que se siente.
En el momento en que
nuestras manos pierden la unión, siento que dejo desprotegido el bien más
preciado. Y temo por mi.
-
Sabes, te entiendo perfectamente - le digo mientras saco lo necesario para comer
la comida china que ordene, y ya está tibia -
por supuesto, yo perdí a mi hermana, y tu a tu amigo y primer amor, pero
sé cómo se siente no poder continuar, sentir que es injusto para el que ya no
está- y le tomo la mano una vez que me siento a su lado- pero una persona me
dijo que debía continuar y vivir todo lo que a esa persona que me falta le
hubiese gustado hacer.
Ella
me mira, y sonríe tristemente. Niega con la cabeza y mira hacia su plato de
comida.
-
Jared, tienes razón.- me mira y
sonríe, esta vez de verdad – pero vas a tener que darme un tenedor porque no se
usar los palillos.
Y verla reír, hace
salir lo mejor de mí. Tengo muchas ganas de besarla en este momento. Pero me
contengo y antes de asustarla, me paro para encontrar un tenedor.