viernes, 27 de marzo de 2015

Capítulo 26: Persuación.

PERSUACIÓN
Desde que Ania había bajado del avión había pasado una semana.
Mi plan, que empezó siendo un fracaso de dimensiones épicas, retomaba su forma inicial.
Tenía una lista. Una maldita lista de ideas geniales.
La mayoría de ellas consistían en actos supergeniales extraídos de los grandes éxitos de Hollywood. La elabore con ayuda de Mike el día que interrumpí su “situación” con Tiffany.
-          Ok- me dijo en tono bastante molesto- se puede saber ¿qué diablos te pasa? No puedes entrar así como así, Jared.
Estaba molesto.
-          Esa chica- le dije- te está usando y tu a ella.
-          Eh… si- dijo en un tono condescendiente- de eso se trata.
-          Ok, pero debes saber dos cosas: la primera y más importante, estas dañando a alguien con esa “relación” de mierda, y la segunda, das un ejemplo de mierda para la empresa. No mantengas relaciones con ella dentro de tu oficina.
Mike me miro por dos segundo y asintió.
-          Hecho. Pero… ¿a quién daño? Sabes que soy todo un caballero, considerando la situación.
-          Si no te das cuenta, Mike. No voy a ser yo quién te diga- lo mire totalmente sorprendido de que el no hubiese notado que su secretaria babeara por el- Pero ahora, necesito tu ayuda.
-          Dime.
-          Necesitamos una lista.
Había ordenado una valla publicitaria para la zona del departamento de Ania, y también había programado todo para que su desayuno se entregara en tiempo y forma.
Al  día siguiente  puse en marcha el plan. Le mande su latte y algunos dulces de desayuno a su casa, hice que fijaran la valla publicitaria con una disculpa, y había pagado para que a la hora en que Ania salía a correr (generalmente entre las 5, 6 y 7 am) pasaran I Know, de Tom Odell por todas las estaciones de radio. Lo que se repetía a la hora del almuerzo, cuando volvía a casa y antes de la hora de dormir. Cualquiera diría que era una tonta coincidencia.
Pero en realidad, no había forma de que lo fuera. Había hecho que Tom, si contacte con él, grabara una versión de estudio que estaba dedicada a Ania. Probablemente me odiaría por avergonzarla, o me amaría. Estaba corriendo el riesgo. Pero nada podía parecer suficiente
El hecho de que Ania se comunicara conmigo por mails, y solo para asuntos laborales era un factor que hacía crecer mi ansiedad.
No quería seguir esperando, pero por Ania, esperaría hasta… bueno posiblemente hasta que me denuncie… e idee otra forma de llegar a ella.
El tema de los desayunos continuaba todos los días. Según los repartidores, ella los aceptaba, daba una propina generosa, y cerraba la puerta.
La canción de Tom seguía sonando. Y sabía que Ania no la ignoraría. Sabía que le gustaba Odell gracias a July y a que ese sábado que salimos a correr ella cantaba una de sus canciones.
El hecho que dos días después de fijar la valla, esta apareciera con un “screw you, idiot” en letras rojas y bien claras, no fue motivo para desalentarme. Al día siguiente mande a colocar un nuevo mensaje que decía “Not giving up, beatiful”.  Solo para ser respondido un día después con un “Asshole”. El domingo subí la apuesta y mande a colocar un “I’m in love with you, even if you don’t want”.
 Después de ese cruce de “declaración- insulto” por casi una semana, Ania dejo de contestar, lo que me decepcionó un poco. Prefería una reacción, aunque fuera un insulto, a que me ignore.
Lo que por supuesto, era peor que los insultos, era como ejercía la ley del hielo en la oficina. “Sí, Sr Collins”,  “Como usted mande, Sr Collins” y esa clase de cosas que nunca esperarías escuchar de la boca de la temida “Tormenta”… Bueno, las decía. E iban dirigidas a mí.

El miércoles, decidí doblar las apuestas. Le pedí a July que averiguara cuales eran las flores favoritas de Ania. July ya lo había hecho sin que yo se lo pidiera. Eran las camelias. Googleé su significado… oh, “te querré siempre”. Después explicaba los significados por color, la blanca significaba… tenías que estar bromeando “desprecias mi amor”.
¿Realmente?
Debía otorgarle a Ania, que ella… era la reina de la ironía y los mensajes cifrados. Incluso en sus gustos.
Entonces camelias serán.
No cometí el error de mandarlas a su casa. No, no esta vez.
Le pedía a July, quién se había convertido en una especie de “amiga-Cupido” desde que pare la ridiculez que Mike llevaba a cabo con Tiffany en su oficina, que encargara una docena de camelias blancas para Ania, y las mandará a su oficina. Con el significado pegado en la tarjeta.
Y que llegara una docena cada media hora.
Ese día no sucedió nada.
El jueves fue turno de la camelia rosa, cuyo significado era “confianza, deseo, te seduciré a través del romanticismo”.
Fue el mismo método, una docena cada media hora. Y el mismo resultado.
El viernes, por supuesto tocaron las camelias rojas. “Amor condicional y duradero” rezaba la tarjeta que acompaño la primer docena.
Para la cuarta docena roja, Ania apareció en mi oficina con cara de pocos amigos, un poco sonrojada… ¡por dios como amaba ese sonrojo!
En fin, ¡¡¡ella apareció!!! Una reacción, gracias a dios.
Si bien no era la reacción ideal, pues su mandíbula estaba apretada, su ceño fruncido (desde mi silla podía ver esa arruguita que tanto me gustaba), y sus ojos cafés vaticinaban una tormenta… ¿ironía? ¿Dónde?
Tomo la silla que se enfrentaba a mi puesto en el escritorio y se sentó.
Cuando pensé que venía el momento de recibir algunos insultos, lo más inesperado pasó.





Jared y Ania

Jared y Ania