martes, 24 de marzo de 2015

Capítulo 24: PDV Ania.

PDV ANIA.

Ver a la familia no ayudo para aclararme en lo absoluto. Resultaban ser totalmente abrumadores.

El hecho de vivir en Europa me convertía en una especie de Robinson Crusoe. Mis primas y las mujeres de la familia en general preguntaban por los hombres de Londres. Yo realmente me incline por dejarlas conformes. Invente algunas cuantas historias con diferentes hombres para los casi tres años que llevaba allá y se conformaron.

Lucás supo que mentía en el instante en el que esas historias salieron de mi boca. Muy obvio, pues como prima mayor y autoproclamada su protectora, le había enseñado, que cuando quieres que alguien crea tu historia, son los pequeños detalles, los que cuentan. La gente le prestaba atención a estos, y no a la historia en sí.

Además él sabía que nadie me había venido bien después de Andy. Y que sólo en ocasiones accedía a tener una cita, o encuentro con algún hombre que no volvería a ver en mi vida.

 Lo consideraba un hermano, a pesar de que sólo era mi primo. Y a pesar de los pocos años que le llevaba, sentía un instinto casi maternal por él.

El viaje a San Diego fue su regalo de cumpleaños número 20 por mi parte. Le había transmitido la fascinación por los comics, la ficción, y con un esfuerzo mayor, después de los 15, se empezó a interesar por los libros. Había creado un ser devorador de libros, que tenía incluso más ejemplares que algunos de mis compañeros “intelectuales”.

Me sentía tan orgullosa de él… Cuando termino la secundaria un año antes y eligió seguir periodismo, me confesó que era porque yo era su heroína y ejemplo de realización.

Su mamá, mi tía, había fallecido cuando él tenía 12. Quedo huérfano, y prefirió vivir con nuestra abuela, antes que con su padre y su nueva familia. Yo estuve con él cuando sucedió. No era buen momento para ninguno. Andy ya estaba enfermo y cerca del final. Ambos nos apoyamos en el otro. A pesar de las diferencias que podríamos tener, lo sentía como mi hermano.

Como había extrañado a mi pequeño.

Disfrutamos mucho del ComicOn. Aunque fuera trabajo para mí, lo disfrutaba más de lo que cualquiera ahí podría decir. Cuando pude contactar con uno que otro famoso, para alguna entrevista o simplemente para saludar, Lucás flipó.

Paso el ComicOn, y la realidad toco a mi puerta el domingo por la noche. Debíamos tomar un avión a Londres. Lucás decidió instalarse y probar suerte. Por supuesto, contaba con algunos de mis contactos, y con el sofá de la sala.

Una vez en el avión, Lucás me dijo

-          Bueno, me lo vas a decir o voy a tener que amenazarte con matar a tu pez.

-          No tengo pez.

-          Ania…

-          Bien.

Todo el avión dormía. Y tuve que relatar todo en pequeños susurros.

-          Sabes que amo a Andy.

-          Si, aunque deberías plantearte superarlo más temprano que tarde, Ania.

-          Ese es precisamente el problema, Lucás – dije en tono irónico- Esta este tipo…

-          ¿Tipo? Como… ¿un hombre?

-          Si, como un atractivo y lindo hombre. Que por cierto es mi jefe.

-          Ah… ¿qué tiene de especial el atractivo y lindo jefe?

-          No lo sé. Bueno, sí- dije dudando de mi misma, porque… cómo admitir todo aquello que me sucedía si ni siquiera podía clasificar con un nombre, emoción o sentimiento.- Ha sido todo muy repentino. Lo conocí porque me chocó y me invitó un café. Yo confirme de inmediato que se trataba del dueño de la revista dónde trabajo. El tipo me invito un café más y… Bueno, lo vi algunas veces más. El me dijo que le gustaba. Que… había vuelto a sonreír gracias a mi.- lo último lo dije muy despacio, probablemente más para mi, que para Lucás.

-          Volvió a sonreír… eh? ¿Cuál sería el problema?

-          Que yo también volví a sonreír. Además de sentirme… demasiado atraída a él.

-          Goauu… espera, demasiada información. No vayas hacía allí. Diuj.- Sé que no quería escuchar, pero también sé que lo hizo para descontracturar el ambiente.

-          Bien, digamos… que me gusta, mucho. Es diferente a estos tipos con los que sales, obtienes lo que quieres y no lo vuelves a ver. Con los días, me dijo que se enamoro de mí. Y que me quería.

-          … entonces…

-          Entonces, yo le dije que me parecía estar enamorada de él también, nos besamos y no sucedió nada más. Pero…

-          Pero… malditos “peros”, ¿qué paso?

-          Andy. Me sentí totalmente una perra. El no puede…

-          Oye, Ania. Tú le prometiste a Andy ser feliz, volver a encontrar a alguien que te completara. A pesar de que Andy siempre va a estar allí- dijo, haciendo un gesto hacía mi pecho.- La recompensa que la vida te ofrece por haber sido la mejor novia para una persona en su situación, por haber sido, la mejor amiga para él cuando te necesito, resulta ser un tipo… atractivo y lindo -  dijo lo último imitando mi voz.

-          No seas tonto. No es tan fácil, además están las implicaciones de salir con tu jefe, y ser tachada como “la perra que llego a dónde está, por sus favores al jefe”

-          No pongas excusas, Ania. ¿Desde cuándo te importa una mierda lo que dice la gente?

-          Está bien. ¿Quieres la verdad?

-          Si, por favor- me dijo de una manera que me hizo acordar al niño con corte a lo beatle que al que solía retar a duelos de miradas.

-          Me da miedo… Me da miedo quererlo, y que se vaya, desaparezca, muera, me deje y yo tenga que juntar de vuelta lo que quede de mí. Sé lo que es, y no lo quiero de vuelta.

-          Eso no lo decides tú. Y si no te arriesgas, no sabrás lo que podría haber sido.

-          Mierda de posibilidades – murmure para mí misma.

-          Mierda de posibilidades -  murmuro Lucás para sí.



Bajando del avión y pasando por todos los controles burocráticos habidos y por haber, nos vimos liberados de todos los trámites de ingreso a un país y el sellado de pasaporte, etc.

Lucás venía comentándome como Florencia fue la única chica que alguna vez le gusto y cómo la muy perra le rompió el corazón.

-          Pero jamás va a poder olvidarse de este ser humano tan completo – me dijo al oído, luego cuando volvió a caminar me veía levantando las cejas y con una sonrisa de “soy la mejor experiencia de la vida de alguien”.

Le di un beso en su mejilla y lo mire con afecto. Y de repente…

Pase a tener la mano de Lucás en mi cintura tocándome de forma fraternal, a un agarre desesperado y fuerte en la parte baja de mi espalda. Otra mano voló directo a mi nuca e hizo que me acercara tanto como era posible a su rostro, de repente me sentí colisionar contra un pilar de pasión, sentimiento y desesperación.

Unos labios comenzaron a besar a los míos, con un ímpetu que podría confundirse con agresividad. Pero no era eso. Sabía que no desde el instante en el que reconocí su perfume. Sabía que no había forma en el mundo en la que él podría ser agresivo, menos conmigo.

Trato de intensificar el beso, por un momento respondí. Por un momento de debilidad disfrute, y me entregue de lleno al beso, bloquee todo lo que me rodeaba.
Era como si mi conciencia hubiese salido de mi cuerpo, y fuera un testigo de nuestro beso. Sus manos alrededor mío, las mías a los costados de mi cuerpo, nuestros ojos cerrados y nuestras bocas devorándose.

Fue hermoso. Pero estaba mal. Por más que sentía una gran e inmensa atracción hacía el, muy distinta a la que alguna vez sentí por Andy, no podía dejar de escuchar la voz que repetía en mi cabeza que Andy ya no podría hacer este tipo de cosas, que él había muerto y yo lo estaba traicionando. Racionalmente estaba al tanto de que lo que planteaba era incoherente, pero quién puede discutir con el sentimiento de culpa que me invadía.

Cuando este sentimiento me invadió, decidí romper lo que posiblemente era lo mejor que me había pasado desde hacía semanas.

Puse mis manos en el pecho de Jared, y empuje con todas mis fuerzas. El retrocedió y no le di tiempo. No lo vio venir, y supe que si quería alejarlo de mí tenía que empezar a ser borde, desagradable y algo violenta. Lo abofetee como nunca en mi vida había abofeteado a nadie. No por la fuerza ejercida, si no por el significado que tenía para mi abofetear a Jared.

Fue el bofetón más doloroso que he dado. Pero lo fue para mí. Nunca me había dolido hacer daño, y hoy sentía el peso de mil mundos sobre mi mano, la que escocía como si hubiese derramado aceite hirviendo en ella.

Hable con Jared. Genial, simplemente genial. Dijo que no se iba a rendir. Lo amenace. ¡Qué inteligente, Ania! Usualmente las amenazas que lanzaba eran aceptadas y nadie se atrevía a ver si estaba dispuesta a hacerlas efectivas. Creo que esta vez no iba a ser así.

Esa actitud, la de ruda y descortés tenía que ver mucho conmigo desde chica. Si yo quería podía ser todo un amorcito, muy dulce, atenta y educada. Después de todo, me gustaba ser así con las personas que me rodeaba y a las que amaba. Pero con las personas que podía ser vistas como una amenaza. Con esas… me podía convertir en una perra, reina del hielo, maldita infeliz. Y disfrutaba ser cruel con esas personas, lo que no me hacía una “buena persona” al 100%, pero al menos si al  50%.

El problema aquí, es que me dolió y no disfrute en lo absoluto ser una perra con Jared. Lo traté mal, lo amenace y desprecie. Sabía que lo quería, lo tenía muy claro, y el también… lo que ahora se convertía en un inconveniente.

Pero como hacer que el entendiera que no se podía. Esto era injusto. ¿No se supone que amas solo una vez en la vida? Porque yo había amado locamente a Andy. Pero… y esto… esto que sentía ¿qué diablos era entonces?

Ya estábamos en el departamento instalando algunas de las pertenencias de Lucás en el sofá cama de mi habitación y desempacando. Lucás no había preguntado nada respecto a Jared, ni en el aeropuerto, ni en el taxi de vuelta y  cuando él me miro y sonrió unas cuantas veces mientras hablábamos trivialidades, sabía que en su cabeza unas cuantas historias tomaban forma.

-          Tengo algo para ti- dijo mientras sacaba un sobre de su maleta.

Entusiasmada y extrañada lo tome.

El entusiasmo paro por completo cuando vi la letra de Andy en el destinatario, con mi nombre, en el sobre.

-          Hace un tiempo la tengo conmigo – dijo Lucás con una sonrisa triste- Me la dio Andy en esos días en los que lo visitaba. Me pidió dártela cuando yo supiera que la necesitabas, y creo que hoy es un buen momento.

No sabía que me esperaba en esa carta. Pero la tome, y la lleve directo al primer cajón de mi escritorio. No podía con tanta información junta. Asique solo… me tranquilizaría.


Comentarios, sugerencias, opiniones. Los espero!Saludos, Coti.






Jared y Ania

Jared y Ania