PDV ANIA.
Ver a la familia no ayudo para aclararme en lo absoluto.
Resultaban ser totalmente abrumadores.
El hecho de vivir en Europa me convertía en una especie de
Robinson Crusoe. Mis primas y las mujeres de la familia en general preguntaban
por los hombres de Londres. Yo realmente me incline por dejarlas conformes.
Invente algunas cuantas historias con diferentes hombres para los casi tres
años que llevaba allá y se conformaron.
Lucás supo que mentía en el instante en el que esas historias
salieron de mi boca. Muy obvio, pues como prima mayor y autoproclamada su
protectora, le había enseñado, que cuando quieres que alguien crea tu historia,
son los pequeños detalles, los que cuentan. La gente le
prestaba atención a estos, y no a la historia en sí.
Además él sabía que nadie me había venido bien después de
Andy. Y que sólo en ocasiones accedía a tener una cita, o encuentro con algún
hombre que no volvería a ver en mi vida.
Lo consideraba un
hermano, a pesar de que sólo era mi primo. Y a pesar de los pocos años que le
llevaba, sentía un instinto casi maternal por él.
El viaje a San Diego fue su regalo de cumpleaños número 20
por mi parte. Le había transmitido la fascinación por los comics, la ficción, y
con un esfuerzo mayor, después de los 15, se empezó a interesar por los libros.
Había creado un ser devorador de libros, que tenía incluso más ejemplares que
algunos de mis compañeros “intelectuales”.
Me sentía tan orgullosa de él… Cuando termino la secundaria
un año antes y eligió seguir periodismo, me confesó que era porque yo era su
heroína y ejemplo de realización.
Su mamá, mi tía, había fallecido cuando él tenía 12. Quedo
huérfano, y prefirió vivir con nuestra abuela, antes que con su padre y su
nueva familia. Yo estuve con él cuando sucedió. No era buen momento para
ninguno. Andy ya estaba enfermo y cerca del final. Ambos nos apoyamos en el
otro. A pesar de las diferencias que podríamos tener, lo sentía como mi
hermano.
Como había extrañado a mi pequeño.
Disfrutamos mucho del ComicOn. Aunque fuera trabajo para mí,
lo disfrutaba más de lo que cualquiera ahí podría decir. Cuando pude contactar
con uno que otro famoso, para alguna entrevista o simplemente para saludar,
Lucás flipó.
Paso el ComicOn, y la realidad toco a mi puerta el domingo
por la noche. Debíamos tomar un avión a Londres. Lucás decidió instalarse y
probar suerte. Por supuesto, contaba con algunos de mis contactos, y con el
sofá de la sala.
Una vez en el avión, Lucás me dijo
-
Bueno,
me lo vas a decir o voy a tener que amenazarte con matar a tu pez.
-
No
tengo pez.
-
Ania…
-
Bien.
Todo el avión dormía. Y tuve que relatar todo en pequeños
susurros.
-
Sabes
que amo a Andy.
-
Si,
aunque deberías plantearte superarlo más temprano que tarde, Ania.
-
Ese
es precisamente el problema, Lucás – dije en tono irónico- Esta este tipo…
-
¿Tipo?
Como… ¿un hombre?
-
Si,
como un atractivo y lindo hombre. Que por cierto es mi jefe.
-
Ah…
¿qué tiene de especial el atractivo y lindo jefe?
-
No
lo sé. Bueno, sí- dije dudando de mi misma, porque… cómo admitir todo aquello
que me sucedía si ni siquiera podía clasificar con un nombre, emoción o
sentimiento.- Ha sido todo muy repentino. Lo conocí porque me chocó y me invitó
un café. Yo confirme de inmediato que se trataba del dueño de la revista dónde
trabajo. El tipo me invito un café más y… Bueno, lo vi algunas veces más. El me
dijo que le gustaba. Que… había vuelto a sonreír gracias a mi.- lo último lo
dije muy despacio, probablemente más para mi, que para Lucás.
-
Volvió
a sonreír… eh? ¿Cuál sería el problema?
-
Que
yo también volví a sonreír. Además de sentirme… demasiado atraída a él.
-
Goauu…
espera, demasiada información. No vayas hacía allí. Diuj.- Sé que no quería
escuchar, pero también sé que lo hizo para descontracturar el ambiente.
-
Bien,
digamos… que me gusta, mucho. Es diferente a estos tipos con los que sales,
obtienes lo que quieres y no lo vuelves a ver. Con los días, me dijo que se
enamoro de mí. Y que me quería.
-
…
entonces…
-
Entonces,
yo le dije que me parecía estar enamorada de él también, nos besamos y no
sucedió nada más. Pero…
-
Pero…
malditos “peros”, ¿qué paso?
-
Andy.
Me sentí totalmente una perra. El no puede…
-
Oye,
Ania. Tú le prometiste a Andy ser feliz, volver a encontrar a alguien que te
completara. A pesar de que Andy siempre va a estar allí- dijo, haciendo un
gesto hacía mi pecho.- La recompensa que la vida te ofrece por haber sido la
mejor novia para una persona en su situación, por haber sido, la mejor amiga
para él cuando te necesito, resulta ser un tipo… atractivo y lindo - dijo lo último imitando mi voz.
-
No
seas tonto. No es tan fácil, además están las implicaciones de salir con tu
jefe, y ser tachada como “la perra que llego a dónde está, por sus favores al
jefe”
-
No
pongas excusas, Ania. ¿Desde cuándo te importa una mierda lo que dice la gente?
-
Está
bien. ¿Quieres la verdad?
-
Si,
por favor- me dijo de una manera que me hizo acordar al niño con corte a lo
beatle que al que solía retar a duelos de miradas.
-
Me
da miedo… Me da miedo quererlo, y que se vaya, desaparezca, muera, me deje y yo
tenga que juntar de vuelta lo que quede de mí. Sé lo que es, y no lo quiero de
vuelta.
-
Eso
no lo decides tú. Y si no te arriesgas, no sabrás lo que podría haber sido.
-
Mierda
de posibilidades – murmure para mí misma.
-
Mierda
de posibilidades - murmuro Lucás para
sí.
Bajando del avión y pasando por todos los controles
burocráticos habidos y por haber, nos vimos liberados de todos los trámites de
ingreso a un país y el sellado de pasaporte, etc.
Lucás venía comentándome como Florencia fue la única chica
que alguna vez le gusto y cómo la muy perra le rompió el corazón.
-
Pero
jamás va a poder olvidarse de este ser humano tan completo – me dijo al oído,
luego cuando volvió a caminar me veía levantando las cejas y con una sonrisa de
“soy la mejor experiencia de la vida de alguien”.
Le di un beso en su mejilla y lo mire con afecto. Y de
repente…
Pase a tener la mano de Lucás en mi cintura tocándome de
forma fraternal, a un agarre desesperado y fuerte en la parte baja de mi
espalda. Otra mano voló directo a mi nuca e hizo que me acercara tanto como era
posible a su rostro, de repente me sentí colisionar contra un pilar de pasión,
sentimiento y desesperación.
Unos labios comenzaron a besar a los míos, con un ímpetu que
podría confundirse con agresividad. Pero no era eso. Sabía que no desde el
instante en el que reconocí su perfume. Sabía que no había forma en el mundo en
la que él podría ser agresivo, menos conmigo.
Trato de intensificar el beso, por un momento respondí. Por
un momento de debilidad disfrute, y me entregue de lleno al beso, bloquee todo
lo que me rodeaba.
Era como si mi conciencia hubiese salido de mi cuerpo, y
fuera un testigo de nuestro beso. Sus manos alrededor mío, las mías a los
costados de mi cuerpo, nuestros ojos cerrados y nuestras bocas devorándose.
Fue hermoso. Pero estaba mal. Por más que sentía una gran e
inmensa atracción hacía el, muy distinta a la que alguna vez sentí por Andy, no
podía dejar de escuchar la voz que repetía en mi cabeza que Andy ya no podría
hacer este tipo de cosas, que él había muerto y yo lo estaba traicionando.
Racionalmente estaba al tanto de que lo que planteaba era incoherente, pero
quién puede discutir con el sentimiento de culpa que me invadía.
Cuando este sentimiento me invadió, decidí romper lo que
posiblemente era lo mejor que me había pasado desde hacía semanas.
Puse mis manos en el pecho de Jared, y empuje con todas mis
fuerzas. El retrocedió y no le di tiempo. No lo vio venir, y supe que si quería
alejarlo de mí tenía que empezar a ser borde, desagradable y algo violenta. Lo
abofetee como nunca en mi vida había abofeteado a nadie. No por la fuerza
ejercida, si no por el significado que tenía para mi abofetear a Jared.
Fue el bofetón más doloroso que he dado. Pero lo fue para
mí. Nunca me había dolido hacer daño, y hoy sentía el peso de mil mundos sobre
mi mano, la que escocía como si hubiese derramado aceite hirviendo en ella.
Hable con Jared. Genial, simplemente genial. Dijo que no se
iba a rendir. Lo amenace. ¡Qué inteligente, Ania! Usualmente las amenazas que
lanzaba eran aceptadas y nadie se atrevía a ver si estaba dispuesta a hacerlas
efectivas. Creo que esta vez no iba a ser así.
Esa actitud, la de ruda y descortés tenía que ver mucho
conmigo desde chica. Si yo quería podía ser todo un amorcito, muy dulce, atenta
y educada. Después de todo, me gustaba ser así con las personas que me rodeaba
y a las que amaba. Pero con las personas que podía ser vistas como una amenaza.
Con esas… me podía convertir en una perra, reina del hielo, maldita infeliz. Y
disfrutaba ser cruel con esas personas, lo que no me hacía una “buena persona”
al 100%, pero al menos si al 50%.
El problema aquí, es que me dolió y no disfrute en lo
absoluto ser una perra con Jared. Lo traté mal, lo amenace y desprecie. Sabía
que lo quería, lo tenía muy claro, y el también… lo que ahora se convertía en
un inconveniente.
Pero como hacer que el entendiera que no se podía. Esto era
injusto. ¿No se supone que amas solo una vez en la vida? Porque yo había amado
locamente a Andy. Pero… y esto… esto que sentía ¿qué diablos era entonces?
Ya estábamos en el departamento instalando algunas de las
pertenencias de Lucás en el sofá cama de mi habitación y desempacando. Lucás no
había preguntado nada respecto a Jared, ni en el aeropuerto, ni en el taxi de
vuelta y cuando él me miro y sonrió unas
cuantas veces mientras hablábamos trivialidades, sabía que en su cabeza unas
cuantas historias tomaban forma.
-
Tengo
algo para ti- dijo mientras sacaba un sobre de su maleta.
Entusiasmada y extrañada lo tome.
El entusiasmo paro por completo cuando vi la letra de Andy
en el destinatario, con mi nombre, en el sobre.
-
Hace
un tiempo la tengo conmigo – dijo Lucás con una sonrisa triste- Me la dio Andy
en esos días en los que lo visitaba. Me pidió dártela cuando yo supiera que la
necesitabas, y creo que hoy es un buen momento.
No sabía que me esperaba en esa carta. Pero la tome, y la
lleve directo al primer cajón de mi escritorio. No podía con tanta información
junta. Asique solo… me tranquilizaría.