sábado, 21 de marzo de 2015

Capítulo 23: Malas Ideas.


Mala idea.
Muy, muy mala idea.
Mi plan, o la primer parte de este resulto un puto fracaso.
Aparecí en el aeropuerto y espere el arribo del vuelo de Ania, llegaba a las 15:45, pero por lo visto había algún retraso.
Y ahí estaba el retraso. Un chico alto de por lo menos mi estatura, muy blanco de cabello y ojos marrones. Para mi propio martirio, tengo que admitir que era bien parecido. Y… ¿mucho menor que yo?
¿Qué ocurre aquí?
Ania me dijo que no había habido nadie en su vida desde Andy, y le creí. Pero… este tipo ¿Quién demonios es? Y ¿Por qué su mano está en la cintura de Ania?
Oh… el maldito sonríe con una dentadura de anuncio de dentífrico. Le dice algo en el oído a Ania y ella ríe. El calor de la ira que se despierta en mi es completamente ajeno a lo que haya podido conocer con anterioridad. Parece que un volcán ha entrado en actividad en el medio de mi pecho, justo en este momento.
Un volcán dije? Qué diablos, parece el calor de mil soles impactando en mi toráx cuando Ania sonríe y le da un beso en la mejilla al tipo.
No sé cómo diablos llegue enfrente de Ania y casi la arranco del agarre del sujeto. Pero sé que en este preciso momento  Ania había pasado de estar en las garras del tipo lindo a mis brazos. La apreté contra mí y le di un gran beso en los labios.
¿Entendiste la indirecta, amigo?
Ania no reacciono muy bien, claro. Olvidaba el pequeño detalle de que, a las mujeres que odian el machismo, posiblemente no les parezca agradable ser “marcadas” por un cavernícola.
Luego de una merecida, sonora y inesperadamente fuerte bofetada Ania me grita:
-          ¡¿QUÉ MIERDA CREES QUE HACES?!
Ok, esto no pinta muy bien.
Lo peor de todo, lo que no logro entender y me desconcierta más que la propia Ania, es la reacción de su acompañante.
¿Está riendo? ¿Es que acaso no valora sus pelotas? Porque está pidiendo a gritos que se las corte.
-          Eh! Tranquila, Furia.- dice el chico, en español, agarrando por la cintura a Ania, alejándola de mí.
-          Hola, me llamo Lucás- el tipo me ofrece la mano con una sonrisa pintada en la cara.
No puedo solo saludarlo. Está con Ania, y es amable conmigo, si supiera lo que deseo hacerle a su linda sonrisa no estaría en plan amable.
Evidentemente es argentino, igual que Ania. Lo que me hace pensar en las posibilidades de un viejo amor, anterior a Andy tal vez.
-          No, Lucás. No hace falta que te presentes. Los neandertales no saludan amablemente. Vamos- dice Ania
-          Lo que digas- contesta el tipo con una sonrisa mal disimulada en su rostro
-          Espera. Ania, por favor- le digo. Soy un estúpido. Así no llegare a ningún lado. Menos si ella no me quiere cerca.
-          ¿qué? ¿qué quieres?- me mira enfadada
-          Podemos hablar, por favor. En privado.
-          ¿Es sobre la revista, mi trabajo o algo relacionado?
Dudo por un momento, pero ahí está mi oportunidad y la tomo.
-          Si.
-          Entonces, señor Collins, deberá esperar a mi reincorporación a la oficina el día miércoles, o en su defecto usar el correo electrónico. No estoy en horario de trabajo, y está invadiendo mi espacio.
Ok. No esperaba esto. Esperaba enojo, un reclamo. Esperaba que me mandara al demonio, pero no una ley del hielo. Ania podía ser una perra si se lo proponía. No soy un tipo muy sensible con respecto a la gente tirándome mierda. Pero si es Ania, evidentemente este “nuevo yo” si es un poco más susceptible a los comentarios.
-          ¿Por qué?- le digo. Sonando demasiado derrotado.
Veo por el rabillo del ojo que Lucás, se marcha discretamente al área dónde está la cinta transportadora de equipajes, y empieza a buscar unas maletas.
-          Porque no estoy en la oficina y todavía no me reincorporo- Contesta cortante, como si fuera lo más evidente y estuviera cansada de repetirlo.
-          No, sabes que no me refiero a eso. ¿Por qué eres cruel? ¿Por qué no podemos dejarlo surgir? Ania, me dijiste que me querías… cómo…
-          Si, se lo que dije.- me interrumpe- Y siento si te di alguna impresión errónea, pero eso no importa. No es bueno mezclar las cosas.
-          Sabes todo de mí, no te escondo nada- le digo. La miro cauteloso y suelto- Sé cosas de ti que apuesto, no muchos saben. No las averigüe, tú me las dijiste. Elegiste confiar en mí y ahora… esto.- le digo, mostrando mi punto.
-          Si, creía…- suspira- Jared, no se puede ¿ok? Te dije que no te convenía y tú elegiste no escuchar eso. Alguien tenía que reaccionar primero. Resulta que fui yo.
-          Ania…
-          ¿Qué?- pregunta con voz derrotada
-          Sabes que no me rendiré así como así ¿no? – le digo esto con una sonrisa de suficiencia – Además, no sé qué le verás a ese tipo recién salido del Instituto, pero te aseguro que te quiero mucho más de lo que el alguna vez pueda imaginar hacerlo.
La cara de Ania se transformo en ese instante. Paso de cansada a alerta, e inmediatamente muto a una especie de ira incontrolable.
-          Escucha una pequeña cosa, Jared- escupió y se acerco a mi casi susurrando- Nunca intentes, ni por casualidad competir con él. Perderías de una forma muy humillante. Y sabes, no te rindas, sigue poniéndote en ridículo, pero no me culpes cuando te denuncie por acoso.
Y dando media vuelta se fue a encontrar con su acompañante que traía dos valijas en sus manos.
Esto era guerra. Había decidido que nada, ni nadie se interpondría entre Ania y yo. Ahora estaba seguro de que si me quería, lo vi en sus ojos cuando en vez de negarlo, evadió el tema. Estaba dispuesto a pelear con el molino de viento que me pusieran enfrente. Incluso si ese molino tenía mala actitud, hermosos ojos y media 1,60.




Jared y Ania

Jared y Ania