Mala idea.
Muy, muy mala idea.
Mi plan, o la primer parte de este resulto un puto fracaso.
Aparecí en el aeropuerto y espere el arribo del vuelo de
Ania, llegaba a las 15:45, pero por lo visto había algún retraso.
Y ahí estaba el retraso. Un chico alto de por lo menos mi
estatura, muy blanco de cabello y ojos marrones. Para mi propio martirio, tengo
que admitir que era bien parecido. Y… ¿mucho menor que yo?
¿Qué ocurre aquí?
Ania me dijo que no había habido nadie en su vida desde Andy,
y le creí. Pero… este tipo ¿Quién demonios es? Y ¿Por qué su mano está en la
cintura de Ania?
Oh… el maldito sonríe con una dentadura de anuncio de
dentífrico. Le dice algo en el oído a Ania y ella ríe. El calor de la ira que
se despierta en mi es completamente ajeno a lo que haya podido conocer con
anterioridad. Parece que un volcán ha entrado en actividad en el medio de mi
pecho, justo en este momento.
Un volcán dije? Qué diablos, parece el calor de mil soles
impactando en mi toráx cuando Ania sonríe y le da un beso en la mejilla al
tipo.
No sé cómo diablos llegue enfrente de Ania y casi la arranco
del agarre del sujeto. Pero sé que en este preciso momento Ania había pasado de estar en las garras del
tipo lindo a mis brazos. La apreté contra mí y le di un gran beso en los
labios.
¿Entendiste la indirecta, amigo?
Ania no reacciono muy bien, claro. Olvidaba el pequeño
detalle de que, a las mujeres que odian el machismo, posiblemente no les
parezca agradable ser “marcadas” por un cavernícola.
Luego de una merecida, sonora y inesperadamente fuerte
bofetada Ania me grita:
-
¡¿QUÉ
MIERDA CREES QUE HACES?!
Ok, esto no pinta muy bien.
Lo peor de todo, lo que no logro entender y me desconcierta
más que la propia Ania, es la reacción de su acompañante.
¿Está riendo? ¿Es que acaso no valora sus pelotas? Porque
está pidiendo a gritos que se las corte.
-
Eh! Tranquila, Furia.- dice el chico, en español, agarrando
por la cintura a Ania, alejándola de mí.
-
Hola,
me llamo Lucás- el tipo me ofrece la mano con una sonrisa pintada en la cara.
No puedo solo saludarlo. Está con Ania, y es amable conmigo,
si supiera lo que deseo hacerle a su linda sonrisa no estaría en plan amable.
Evidentemente es argentino, igual que Ania. Lo que me hace
pensar en las posibilidades de un viejo amor, anterior a Andy tal vez.
-
No,
Lucás. No hace falta que te presentes. Los neandertales no saludan amablemente.
Vamos- dice Ania
-
Lo
que digas- contesta el tipo con una sonrisa mal disimulada en su rostro
-
Espera.
Ania, por favor- le digo. Soy un estúpido. Así no llegare a ningún lado. Menos
si ella no me quiere cerca.
-
¿qué?
¿qué quieres?- me mira enfadada
-
Podemos
hablar, por favor. En privado.
-
¿Es
sobre la revista, mi trabajo o algo relacionado?
Dudo por un momento, pero ahí está mi oportunidad y la tomo.
-
Si.
-
Entonces,
señor Collins, deberá esperar a mi reincorporación a la oficina el día
miércoles, o en su defecto usar el correo electrónico. No estoy en horario de
trabajo, y está invadiendo mi espacio.
Ok. No esperaba esto. Esperaba enojo,
un reclamo. Esperaba que me mandara al demonio, pero no una ley del hielo. Ania
podía ser una perra si se lo proponía. No soy un tipo muy sensible con respecto
a la gente tirándome mierda. Pero si es Ania, evidentemente este “nuevo yo” si
es un poco más susceptible a los comentarios.
-
¿Por
qué?- le digo. Sonando demasiado derrotado.
Veo por el rabillo del ojo que Lucás, se marcha
discretamente al área dónde está la cinta transportadora de equipajes, y
empieza a buscar unas maletas.
-
Porque
no estoy en la oficina y todavía no me reincorporo- Contesta cortante, como si
fuera lo más evidente y estuviera cansada de repetirlo.
-
No,
sabes que no me refiero a eso. ¿Por qué eres cruel? ¿Por qué no podemos dejarlo
surgir? Ania, me dijiste que me querías… cómo…
-
Si,
se lo que dije.- me interrumpe- Y siento si te di alguna impresión errónea,
pero eso no importa. No es bueno mezclar las cosas.
-
Sabes
todo de mí, no te escondo nada- le digo. La miro cauteloso y suelto- Sé cosas
de ti que apuesto, no muchos saben. No las averigüe, tú me las dijiste.
Elegiste confiar en mí y ahora… esto.- le digo, mostrando mi punto.
-
Si,
creía…- suspira- Jared, no se puede ¿ok? Te dije que no te convenía y tú
elegiste no escuchar eso. Alguien tenía que reaccionar primero. Resulta que fui
yo.
-
Ania…
-
¿Qué?-
pregunta con voz derrotada
-
Sabes
que no me rendiré así como así ¿no? – le digo esto con una sonrisa de
suficiencia – Además, no sé qué le verás a ese tipo recién salido del
Instituto, pero te aseguro que te quiero mucho más de lo que el alguna vez
pueda imaginar hacerlo.
La cara de Ania se transformo en ese instante. Paso de
cansada a alerta, e inmediatamente muto a una especie de ira incontrolable.
-
Escucha
una pequeña cosa, Jared- escupió y se acerco a mi casi susurrando- Nunca
intentes, ni por casualidad competir con él. Perderías de una forma muy
humillante. Y sabes, no te rindas, sigue poniéndote en ridículo, pero no me
culpes cuando te denuncie por acoso.
Y dando media vuelta se fue a encontrar con su acompañante
que traía dos valijas en sus manos.
Esto era guerra. Había decidido que nada, ni nadie se
interpondría entre Ania y yo. Ahora estaba seguro de que si me quería, lo vi en
sus ojos cuando en vez de negarlo, evadió el tema. Estaba dispuesto a pelear
con el molino de viento que me pusieran enfrente. Incluso si ese molino tenía
mala actitud, hermosos ojos y media 1,60.