viernes, 10 de abril de 2015

Capítulo 32: Stephanie

Cuando salí de la oficina me di cuenta de que Ania no había contestado a mi invitación.
Decidí que no forzaría nada. Ella tenía que ir de todas formas a la fiesta. Me dirigí a mi oficina y continúe escribiendo. Ya casi estaba a la mitad de una historia y podía hacer una antología de poemas completamente rosas.
Quién me viera escribir podría compararme con Cohelo. Bien, yo no era de ese estilo, pero ¿qué puedo decir? El amor nos hace bobos.
Cuando menos lo note, la noche ya había descendido y envolvía a la ciudad. Mi oficina tenía una vista genial, inspirante. Y fue cuando note que  los rascacielos vecinos estaban desiertos, que me percate de la hora. Eran casi las nueve, y yo me había quedado haciendo horas extras… como si tuviera jefe… pensé.
Me levante de mi escritorio, el cuál por cierto no había cambiado en todo este tiempo. Tenía que hacer algo al respecto. Junte mis cosas y me dirigí al garaje.
Estaba de camino a casa, cuando lo vi. Una tienda de mascotas open 24.  Mil fuegos artificiales hicieron implosión en mi cabeza, y me aplaudí a mí mismo.
Steacy me había rogado por años por un perrito, a lo que yo siempre me negué, por dos motivos, en primer lugar no me gustaban muchos los perros, siempre te miran con esa carita que dice “humano, aliméntame y te prometo lealtad eterna” pero claro, ven una pelota y son todo “debo comer a esa bola del demonio”  realmente no los entiendo.
El otro motivo era que nunca pude conservar nada vivo por más de dos semanas. Cuando tenía 7 años mi padrastro me obsequió un hámster por mi cumpleaños. Me gustaba jugar en el jardín con él. Eso fue claro, hasta que un día me llamaron a almorzar y yo olvide devolver a Mr. Lewis adentro.
¿Saben que sucede cuando dejas a un hámster por 6 horas al sol? Si no lo saben, mejor no lo averigüen…
En fin, nunca había sido bueno cuidando de algo más que de Stacy, pero eso iba a cambiar hoy.
Cuando llegue a casa con mi nueva amiga, nos sentamos en el sofá y  deje que se relaje. El viaje en  auto puede estresar mucho a los animales.
Estaba contemplando la idea de ir a dormir temprano (yupi!) cuando los ojos de mi nueva compañera de cuarto hicieron contacto con los míos. Ella era astuta, se podía notar. Y esa astucia me recordó a Ania.
Entonces tome mi celular y teclee:
Necesito ayuda urgente con algo en mi casa.
 Tiene que ser una mujer
¿Puedes venir? J
Ok, sé que es realmente desconsiderado hacerla venir hasta aquí a esta hora, pero uno nunca debe perder las esperanzas. Necesitaba pasar más tiempo con Ania.
Además, otro aspecto que no había tenido en cuenta empezaba a tomar mayor protagonismo era mi falta de… acción. Cuando yo me declare ante Ania no esperaba que… bueno, follarla ahí mismo, no…porque ella es diferente. Eso hubiese sido con cualquier otra hace unos años.
La cosa es que hace un par de años que ya no follaba por follar porque, créeme, lo hice por mucho tiempo. Y que incluso si hubiese conocido a Ania antes, yo creo que hubiese sido diferente de igual manera. Yo no solo la deseaba, por Dios cómo la deseaba! Si no que también estaba enamorado de ella. Sus curvas y su inteligencia eran un agregado exquisito, pero no eran ni la mitad del combo.
Ella era compasiva, perspicaz, astuta, y sobre todo, era ella.
¿Se quema tu casa o algo por estilo? A
Decía su mensaje. A lo que conteste.
Por favor, no te lo pediría si no fuera importante. No sé qué diablos hacer y estoy seguro que tu lo sabrás.
Adulación. En su más puro y sólido estado. Si necesitaba de ella, lo aceptaría y me tragaría el orgullo.
OK, estaré allí en 10 minutos, pero luego no te quejes si ostento sobre mi conocimiento en… ¿cosas? En serio ¿de qué se trata, Jared?
Una cosa sobre vivir en una gran ciudad rodeado de gente de alta sociedad, es la ostentación. Quien tiene más es mejor. Y quien es mejor, siempre puede serlo más. Es así y no hay quien lo discuta. Excepto Ania, por supuesto. Ella no sabe qué diablos es ostentar. Ella va a trabajar de jeans y convers. No se maquilla en exceso y apenas si luce una linda cazadora de cuero como máximo lujo.
Agregando ese pequeño aspecto, Ania no era ni un céntimo parecida a cualquier mujer que yo haya conocido antes.
Además, algo muy importante para mí. Es que ella exige ser tratada de igual a igual, no acepta la mierda de nadie. Y eso es lo que la mayoría de las chicas hacen, aunque no se den cuenta, claro.
Esa era una de las razones por las cuales no me había molestado esperar, pero mientras divagaba sobre las razones sobre porque no había concretado nada con Ania, mi frustración sexual llegaba a niveles insospechados.
Está bien, hace…demasiado como para decirlo, que no estoy con una chica. Pero antes no había sentido esta… efervescencia adolescente cada noche antes de acostarme, y por supuesto, más que presente todas las mañanas.
Había tenido que recurrir a los viejos métodos…. Y eso no me enorgullecía. Pero estaba fuera de discusión buscar una aventura de una noche. Mi regreso sería épico, y sería con Ania.
Un poco de ego, testosterona y adrenalina subieron a mi cabeza, después de todo… yo era un hombre, tenía 28 y era apuesto. Debía trabajar sobre mi autoestima.
El timbre sonó y yo me levante a atender. Lo que había ante mi puerta me dio más ternura que la bola de pelos que dormía en el sofá.
Ania estaba en un espantoso pantalón de chándal gris unos tres talles más grandes de lo que necesitaba. Una sudadera color óxido de Cambridge y unas pantuflas de patos acompañaban el atuendo. Ella estaba agitada, con sus mejillas sonrosadas y su pelo revuelto.
-          ¿De qué diablos te ries? – espeto y luego miro hacía sus pies.
El color rojo la inundo y se qué eran esos momentos en los que dices “Tierra, trágame”.

-          Oh…Dios, olvide cambiarme- me dice con los ojos muy abiertos.
-          ¿Cosas que pasan?- sugiero y le hago un gesto para que entre a mi casa
-          Gracias ¿qué es eso tan urgente?- me pregunta una vez más en su rol de “yo-lo-sé-todo”
-          Bueno… porque no lo ves por ti misma – digo y señalo mi sofá.
-          Owwwwww es preciosa!!!- dice, con la voz más aniñada que alguna vez le he escuchado, desbordando ternura se dirige al sofá y agarra la bola de pelos completamente negra - ¿de dónde la sacaste?- me pregunta sin darme la menor mirada, su atención está en el paquete peludo de sus manos.
-          La compre- le contesto.
-          ¿y cuál es el problema imposible de resolver?
-          No tiene nombre, y pensé que te gustaría bautizar a tu nueva gatita.
-          ¿Qué?

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